viernes, 26 de febrero de 2016

Tensión y dudas a 12 horas de la votación del PSOE

Ciudadanos propuso cinco puntos que casi cualquier partido podía aceptar como condición para pactar con el PSOE y como reclamo para la abstención de Podemos: la supresión de los aforados, la reducción a la mitad de las firmas necesarias para presentar Iniciativas Legislativas Populares, la despolitización de la justicia, la limitación de mandatos del Presidente del Gobierno y, por último, la eliminación de las Diputaciones Provinciales.

Es este último punto el que puede dar problemas en la consulta a la militancia socialista que está teniendo lugar ahora mismo por Internet y que comenzará mañana de forma presencial. Por supuesto, los diputados socialistas provinciales están en contra del acuerdo —esto era previsible—, pero no son los únicos. La federación andaluza, capitaneada por la aspirante al poder Susana Díaz, también está en contra de la eliminación de estas entidades.
Europa Press

No se preocupen, porque el portavoz del PSOE en el Congreso, Antonio Hernando, ya ha hablado en RNE para defender las diputaciones que proponen eliminar. Hernando ha hablado sobre lo fundamentales que son, sobre la importancia de su labor… En otras palabras, ha hablado para tranquilizar a los sectores críticos del partido que podrían boicotear la votación.

Pero esta no es la única contradicción entre los dos partidos que, en teoría, han firmado el mismo acuerdo. La reforma laboral es otro punto caliente. El PSOE ha defendido en las últimas horas que, aunque la palabra derogación no aparece en el pacto, lo están haciendo “de facto”. Sin embargo, hoy mismo Albert Rivera ha negado que la polémica ley se vaya a eliminar. “En el documento no se habla de derogación de la reforma laboral. Quien lo dice es que no se lo ha leído”.

Los militantes del PSOE ya deben de tener un lío bastante grande en sus cabezas sobre qué aparece y qué no en el acuerdo, pero la dirección socialista tampoco les pone fácil la tarea. La pregunta a la que están respondiendo en estos momentos reza:

“El PSOE ha alcanzado y propuesto acuerdos con distintas fuerzas políticas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno. ¿Respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista?

¿Quiénes son esas “fuerzas políticas”? ¿Si Ciudadanos no era más que las Nuevas Generaciones del PP —así los calificó Pedro Sánchez— cómo se va a constituir un gobierno progresista y reformista con ellos?


En el fondo, da lo mismo. Si Podemos y PP mantienen su palabra y votan “No”, la investidura no saldrá adelante y será necesario llegar a acuerdos con más partidos. ¿Se hará otra consulta o con esta primera ya nos vale? Y si Podemos sigue en sus trece y el PP acaba absteniéndose para facilitar un Gobierno, ¿los militantes no tendrán nada que decir? ¿Se les consultará también si quieren llegar al Gobierno gracias al PP? Y si es el Partido Popular el que mantiene su negativa, ¿por qué no se pregunta si prefieren un pacto de izquierdas o repetir elecciones?

martes, 23 de febrero de 2016

¿Quién quiere formar Gobierno?

Escuchamos constantemente por parte de los políticos que están buscando formar Gobierno. Pedro Sánchez quiere presidirlo. Podemos quiere hacerse con la mitad de los ministerios. Ciudadanos quiere sacarlo adelante. El PP... el PP se limita a ver qué ocurre y esperar agazapado su oportunidad.

Pero, ¿quién ha dicho que lo importante sea formar Gobierno? ¿De verdad alguien se cree que un pacto PSOE-Ciudadanos-Podemos aguantaría más de unos meses? ¿Alguien piensa que los barones del PSOE permitirán que se haga un referéndum de independencia de Cataluña? ¿De verdad alguien cree que Bruselas perderá la batalla contra el gobierno de izquierdas por el déficit? Esto lo saben los encargados de las negociaciones que ahora mismo están en el Congreso de los Diputados, no tengan ninguna duda.

Aquí lo que se está buscando no es buscar un gobierno para los próximos cuatro años sino una legislatura corta en la que se realicen los grandes cambios estructurales que necesita nuestro país. 

La reforma de la Constitución va a llegar, eso nadie lo duda. Pero ¿quién se llevará el mérito? ¿Pedro Sánchez por ser el Presidente? ¿Albert Rivera por iniciar las negociaciones? ¿Y Pablo Iglesias? ¿Ganará oponiéndose a la alianza, ya inminente, entre PSOE y Ciudadanos o perderá por no unirse en lo que ya se conoce como la Segunda Transición?

Los cinco puntos que ha planteado hoy Albert Rivera para reformar la Constitución pueden ser aceptados por todos los partidos. De hecho, el PSOE llevaba algunos de ellos en su programa electoral. Parece que Rivera ha tomado la delantera en esta carrera por erigirse como el Adolfo Suárez del Siglo XXI. Sin embargo, el escenario aún está totalmente abierto y pueden ocurrir muchas cosas más en las próximas semanas.

El partido que más se está alejando de tener un papel fundamental en esta época es el PP, que posterga hasta más adelante su regeneración en vez de afrontarla con valentía para estar a la altura de los desafíos que vienen. ¿No se dan cuenta de que se van a perder la última oportunidad que les queda para ser un partido con opciones de gobernar? ¿No ven que participando en esta Transición pueden recuperar la confianza perdida?

domingo, 14 de febrero de 2016

Una regla de tres

Si tres equivale a seis, dos equivale a cuatro. Si cinco equivale a quince, siete equivale a 21. La regla de tres nos ayuda con los problemas que nos ponen en el colegio cuando aún estamos aprendiendo a manejar los números y a realizar operaciones. Pero luego nos vamos por otros caminos que se alejan del mundo de las matemáticas y todo ese conocimiento, que tampoco es que acabe sirviendo para mucho (¿quién ha vuelto a calcular una tangente?), se diluye.

Vamos con un ejemplo más práctico. Si Esperanza Aguirre dimite por la corrupción en su partido —en este caso, el PP de la Comunidad de Madrid—, ¿Mariano Rajoy debe dimitir por la corrupción en su partido? Sí. Qué fácil, ¿verdad? No tanto. La característica de las matemáticas —al menos a este nivel— es que son exactas, no cabe el debate o la interpretación. La política no es así. En este mundo siempre se puede abrir una puerta oculta por la que colarse y escabullirse de cualquier situación.
Creative Commons

¿Rajoy está dañando a su partido por no haber dimitido aún? Sí. ¿Hay voces en el PP que piden su cabeza? Sí. ¿Va a llegar ese paso atrás? No —al menos, de momento—.

Esperanza Aguirre es fan de Borgen, la serie danesa que muestra las complejas tramas políticas de ese país aparentemente idílico en el que, mira tú por dónde, también hay traiciones y bajezas. Por otro lado, Mariano Rajoy es fan de… bueno… del Depor. Que está muy bien y van los novenos en la clasificación, sí. Pero tenemos un Presidente que nunca va a elaborar una estrategia política para coronarse y que por nada del mundo se va a molestar en descubrir los juegos de los demás.

Rajoy simplemente espera. Está en el lugar adecuado y no se va a mover de ahí. ¿Para qué? Con esa estrategia ha conseguido volver a ser el más votado en las últimas elecciones. ¿Por qué la iba a cambiar?


Aguirre se va matando porque ya le quedaba poco a la cabeza del partido en la Comunidad de Madrid —no se iba a presentar al próximo Comité en el que se elegirá una nueva presidenta—. Su jugada es buena, pero no definitiva. Y en el fondo lo sabe. En el fondo sabe que, aunque le haya lanzado una última puya al Presidente del Gobierno, ha perdido la partida contra Mariano Rajoy.

jueves, 11 de febrero de 2016

Bárcenas, Rato, De la Serna, Rita... ¿y Rajoy?

Esta mañana, Mariano Rajoy daba una rueda de prensa y ha propuesto cinco grandes pactos para pactar con su partido: la unidad de España, la soberanía nacional, la igualdad de los españoles, el respeto por los principios de la democracia, la defensa de la legalidad y la lucha contra el terrorismo. 

Dejando a un lado que, como ha señalado @gerardotc en twitter, son seis acuerdos y no cinco, vamos a fijar nuestra atención en uno: la defensa de la legalidad. Los conservadores lo proponen con el referéndum independentista en mente, pero es muy irónico que, precisamente hoy, la Guardia Civil registre la sede del Partido Popular de Madrid. La misma sede en la que trabaja Mariano Rajoy todos los días.
Gutiérrez Moliner con Esperanza Aguirre | EL PAÍS, Álvaro García


En el contexto de la trama Púnica, la investigación policial que se encarga de los presuntos pagos de empresas al partido a cambio de adjudicaciones de obras que luego se utilizaban para financiar campañas electorales, los cuerpos de seguridad del Estado han requisado, según El País, el ordenador de Beltrán Gutiérrez Moliner, el que fue gerente del partido en la Comunidad de Madrid.

Aunque el PP niega que se haya requisado ese ordenador, el propio Rajoy admitió hoy que el registro se ha producido y que los agentes de la Guardia Civil preguntaban por el exgerente. Este no ha sido el único registro que ha tenido lugar hoy, ya que también se ha entrado en la casa de Javier López, yerno del empresario Juan Miguel Villar Mir, y en la sede de la constructora OHL. O como en el PP llaman a la unión de estos nombres: la reunión con los colegas de los viernes.

Todos estos nombres que han aparecido, excepto el del Presidente, ya se habían visto implicados en el caso de las tarjetas black, otra operación que afecta directamente al Partido Popular y, concretamente, al hombre que Aznar quería como sucesor: Rodrigo Rato. Rato ya cayó del pedestal en el que estaba en el PP. Los conservadores dejaron de protegerle y le abandonaron a su suerte frente a las causas judiciales que tiene abiertas en su contra. 

Peor suerte corrió el extesorero del partido, Luis Bárcenas, que se atrevió a tirar de la manta y a divulgar la supuesta contabilidad B del partido. De la Serna y Rita Barberá también han sido repudiados por el partido, pero aún gozan de la protección del aforamiento porque han cumplido con una regla muy básica de la política: "Cállate".

Esta ristra de muertes políticas parece ser el preludio de una renovación del partido que dejará paso a caras nuevas que no estén relacionadas de ninguna manera con la corrupción. Se han amputado, con más o menos delicadeza, varias cabezas de la hidra corrupta del PP, pero aún falta la más importante, la que ha llevado al partido a perder la mayoría absolutísima de la que disfrutaba: Mariano Rajoy.

Rajoy estaba en los papeles de Bárcenas y no lo sabía. Rajoy trabaja en la sede del PP que ya ha sido registrada dos veces y que fue pagada con dinero negro, y tampoco lo sabía. Rajoy confío en y aduló a personas que o están investigadas o, directamente, han acabado en la cárcel –como Jaume Matas– pero tampoco sabía qué estaban haciendo.

Desde luego, si el Presidente del Gobierno conocía estas tramas y no lo sabía, está mal y debe dimitir automáticamente. Pero, ¿acaso no es más grave aún que no se enterase de todo lo que pasaba en su propio partido? ¿Cómo podía estar capacitado para llevar un país si ni siquiera sabía qué hacían sus capitanes? 

Pero la respuesta a estas preguntas ya viene a dar lo mismo, porque aunque se diese ahora, llegaría tarde. En la situación en la que se encuentra el todavía partido del gobierno, ya solo nos queda esperar y ver cómo la organización acaba despidiendo a su líder y arrojándolo al hoyo de putrefacción que tanto está usando últimamente. Ese del que nadie consigue volver a salir.

domingo, 7 de febrero de 2016

Y la Presidencia del Gobierno es para...

Bueno, solo hay dos nominados, ya lo sabemos. Pero ayer solo uno de ellos estuvo presente en la gala de los Premios Goya —la cual fue vista en algún momento por más de 10 millones de espectadores—, Pedro Sánchez. Mariano Rajoy, el Presidente en funciones que se queja de que no quieren hablar con él para formar gobierno, se quedó en casa. El resto de líderes sí acudieron: Albert Rivera, Alberto Garzón y un Pablo Iglesias que sorprendió llevando un esmoquin.

La periodista Lucía Méndez le pregunta hoy en El Mundo a Alberto Núñez Feijóo, presidente de Galicia y candidato a suceder a Rajoy en el liderazgo del PP, si cree que su partido es antipático. Al fin y al cabo, alguna explicación tiene que haber a que el partido más votado sea incapaz de formar gobierno. Feijóo no lo niega y acaba diciendo que “Sánchez es el peor líder que ha tenido el PSOE”. Haciendo amigos, vaya.
EFE

Con los anuncios que utilizó el PP en la campaña del 20D (como el de los hipsters o el de los moteros) y las apariciones de Rajoy en En tu casa o en la mía, la Sexta Noche o Qué tiempo tan feliz parecía que algo estaba cambiando en la comunicación del partido. Sin llegar aún a los niveles de éxito de los partidos emergentes, parecía que estaban haciendo las cosas bien, que podían conectar con sus votantes enfadados y con los jóvenes de derechas que dudasen entre ellos y Ciudadanos. 

Pero han pasado las elecciones y volvemos a lo de siempre. A criticar a todos los partidos, a hablar de la herencia recibida y a no acudir a los eventos importantes a los que el resto de formaciones políticas sí dan importancia. 

Íñigo Méndez de Vigo con Antonio Resines | EFE
Afortunadamente, el PP mandó a alguien a la gala de los premios del cine español y no repitió el ridículo que hizo José Ignacio Wert en 2014 al no acudir a la ceremonia. El actual ministro de cultura, Íñigo Méndez de Vigo, asistió y aguantó los dardos de Dani Rovira. Sin embargo, no aceptó preguntas y se limitó a sonreír y posar ante las cámaras. Como si nos interesase qué lleva puesto y no qué tiene que decir.

Cuando un partido quiere gobernar, no solo tiene que ser generoso y conciliador en las negociaciones, también tiene que parecerlo en público. Y anoche Sánchez, Iglesias, Rivera y Garzón charlaron, se hicieron fotos y envainaron sus armas para disfrutar de la cultura y apoyar el cine español. Puede que el gesto de acudir a esta gala no cambie nada en las negociaciones que se están desarrollando entre estos partidos, o puede que la conversación y las copas de después ayuden a desencallar aspectos que estaban bloqueados. 


Lo que no ayuda ni a la investidura ni a obtener votos entre la ciudadanía es que los ministros se muestren encerrados en una burbuja de la que solo salen para hacerse fotos, como si los premios Goya fuesen el coñazo que te obliga a salir del palacete una vez al año.