sábado, 7 de marzo de 2015

A sus pies

  • Miles de personas hacen fila durante horas en Madrid para besar la imagen del Cristo de Medinaceli



María es mayor y tiene problemas en una pierna. Ayer por la mañana, temprano, fue al médico y después se dirigió al barrio de Huertas, sabiendo que iba a estar ocupada las próximas trece horas haciendo fila. "Yo creo que si entrara a las doce de la noche estaría contenta", dice. La mujer que está a su lado discrepa: "No, no, no, no. Va a ser mucho después". Pero ella no tiene ninguna duda. Esperar tantas horas le merece la pena. "Es la fe, [...] me manda mi corazón que venga”. 

A casi medio kilómetro de María se encuentra la Basílica del Cristo de Medinaceli —aunque la fila llegó a medir más de dos kilómetros, según ABC—. Todos los primeros viernes de marzo, cientos de personas se acercan hasta ella para besarle un pie a la imagen de Jesús que allí se conserva y pedirle tres deseos. Uno de ellos se cumplirá, según la tradición. Muchas de las creyentes que repiten este ritual todos los años –las mujeres son una clara mayoría– dicen que lo que piden, se cumple. "Siempre", asegura una esclava de Cristo Rey que le besa el pie al Cristo cada marzo desde el año 1966.

Llama la atención que el ambiente a la salida de la Basílica es muy distinto del que impera al principio de la fila. Las religiosas, emocionadas ante lo cerca que tienen ya su meta, charlan con los turistas y curiosos y con la policía que patrulla el lugar. Para las que acaban de llegar a la cola, las horas de espera no suponen un grave problema. Llevan taburetes, revistas, sudokus, comida... El kit completo para sobrevivir el primer viernes de marzo, aunque la jornada se alargó hasta las cinco y media de la madrugada del sábado, según los hermanos capuchinos encargados del templo.


Repentinamente, la multitud se da cuenta de que algo ocurre y un anciano, con buena vista o buen oído, avisa: "La Botella, que acaba de entrar". La alcaldesa de la capital no es el único personaje público que cumple con la tradición. El ministro del Interior, miembro de Opus Dei, y algún miembro de la familia real, en esta ocasión la Reina Sofía, también van cada marzo al número 2 de la plaza Jesús. Por su presencia, la cola, que ya va bastante lenta, se detiene durante unos minutos.

Algunos creyentes besan el pie del Cristo todos los primeros viernes del calendario. "Hay gente que lleva fotos y se las pasa por el pie", cuenta Mercedes. Incluso si consultamos la madrileña calle Jesús en Google Street View vemos una fila, mucho menos multitudinaria que la de ayer, para hacerlo. Dicen que la fe mueve montañas pero lo que parece innegable es que, al menos una vez al mes, mueve personas.

Alejandro Santos
@santosbenedi

viernes, 6 de marzo de 2015

La historia de Manuel

Ensayo sobre On Bullshit de Harry G. Frankfurt

On Bullshit
Fuente: amazon.com
No me gustaría fantasear demasiado. Si a un extraterrestre le diese por visitar nuestro planeta, cosa que le desaconsejo encarecidamente, aterrizase en España un lunes al mediodía, encendiese la televisión y seleccionase Cuatro o laSexta, pensaría que un grupo de ilustres abogados está debatiendo sobre, por ejemplo, el futuro jurídico de Luís Bárcenas. Pero si ese extraterrestre, vamos a llamarle Manuel, volviese a conectar su televisor al día siguiente a la misma hora, pensaría que esos expertos abogados también son unos eminentes economistas que dominan términos complejos como “sicav” o “hipotecas subprime”. Manuel, excitado por el amplio conocimiento de estos terrícolas, esperaría con ansia la llegada del miércoles para sentarse frente a su televisión. Así, Manuel descubriría que los ilustres abogados y eminentes economistas también son expertos en aviación, eruditos politólogos, conocedores del Islam y todas sus ramas e ilustrados historiadores; entre otros muchos adjetivos que se encuadran en un solo término: tertuliano.

Manuel se aficionaría a estos programas —resulta que no solo los emiten por televisión al mediodía, están presentes por las tardes, los sábados por la noche, en la radio, en Internet…— para comprender qué ocurre en nuestro planeta y, tras horas y horas de visionado, se decidiría a ser tertuliano para obtener todo ese conocimiento. Pero no encontraría el grado de Tertulia audiovisual en ninguna universidad. Ninguna FP, grado medio o superior ni curso por correspondencia se adecuaría a sus deseos. “¿Pero dónde ha aprendido esta gente todo lo que sabe?”, se preguntaría Manuel. Nuestro amigo buscaría cuál es la profesión de esos tertulianos y el resultado de su investigación le sorprendería: periodistas. ¿Periodistas? ¿Pero cómo van a saber tanto unos periodistas? ¿Cómo les va a quedar tiempo para aprender todo lo que han aprendido si también  redactan noticias, persiguen a políticos y llaman a innumerables departamentos de prensa?

Pobre Manuel. Qué decepcionado estaría. Recién llegado a la Tierra y ya con un misterio incapaz de resolver. Tras un mes —puede que incluso dos— sin salir de su nave, viendo y escuchando tertulias y bebiendo alcohol sin levantarse de su sofá espacial, un pequeño libro llegaría a sus manos por azar. Durante una pausa publicitaria se decidiría a leer el libro —no sin esfuerzo porque no es fácil agarrar un libro tan pequeño con tentáculos— y, tras completarlo, por fin comprendería la verdad. Aquellos hombres y mujeres no eran tertulianos; eran charlatanes. Porque al charlatán no le importa si lo que está diciendo es cierto o no, busca alcanzar sus propios fines. Busca subir la audiencia. ¡Claro! Y Manuel hilaría sus inconexos pensamientos. Por eso los tertulianos se pelean entre ellos. Por eso cambian de discurso y empiezan a hablar de otros asuntos. Su habilidad no radica en hablar sin saber de qué hablan, sino en no importarles cuál es el asunto que están tratando. Todo es un gran espectáculo.

Pero a Manuel aún le quedaría una duda. ¿Por qué estos charlatanes se hacen llamar “periodistas”? Y Manuel no sabría responder a esa pregunta. Igual que yo.


Alejandro Santos

García Márquez contra la inverosimilitud

Ensayo sobre Relato de un náufrago

zoomnews.es

Artículos de contrabando, varios muertos, un náufrago, tiburones, hambre y sed extremas, alucinaciones… La historia de Luis Alejandro Velasco, tripulante de un buque militar que sobrevivió diez días en alta mar sin víveres en 1955, tenía todos los elementos necesarios para poder escribir una novela o hacer una película. Pero a Gabriel García Márquez, entonces periodista del diario El Espectador, se le encomendó una tarea mucho más difícil: redactar un reportaje periodístico.

¿Cómo escribir un texto completamente fiel a la realidad con una historia tan deslumbrante que puede resultar inverosímil? Este reto no era fácil de superar, especialmente si tenemos en cuenta la propaganda que había desplegado en torno al personaje el régimen del general Gustavo Rojas a través de toda Colombia –así lo reconoce el propio autor en el prólogo–. Las herramientas que utilizó Márquez fueron las únicas que podía y debía usar: el rigor y la verdad. Y, ¿cómo llegar al rigor y a la verdad? De la única forma posible: haciendo periodismo.


García Márquez no toma la verdad como punto de partida para escribir una historia, sino que la utiliza como carril del que nunca hay que salirse. Así lo vemos reflejado en la precisión de las descripciones y en el seguimiento constante de la cronología de los acontecimientos. Es la habilidad del autor para no fantasear, además de otros elementos del reportaje que apreciamos a lo largo del texto como los ladillos, lo que convierte a Relato de un náufrago en un verdadero texto periodístico.

miércoles, 4 de marzo de 2015

800 kilómetros y 20 minutos

El embajador de Japón advierte de la tensa situación en el mar de China

La ciudad china de Zhuhái acogió el pasado noviembre la feria AirShow China, en la que se mostró al público el nuevo Shenyang J-31. Este nuevo caza de combate supersónico alcanza, según varios portales y revistas especializadas en ingeniería aeronáutica, los 2.200 kilómetros por hora. A esta velocidad, un J-31 chino podría volar los ochocientos kilómetros que separan Shanghái de Nagasaki en poco más de veinte minutos.

Kazuhiko Koshikawa
Fuente: www.es.emb-japan.go.jp
Este es un ejemplo del poder militar que tiene China actualmente y, a pesar de ello, su vecino Japón sigue apostando por el pacifismo que lleva practicando desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Al menos eso fue lo que defendió Kazuhiko Koshikawa, embajador del Japón en España, en su intervención en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza con motivo del congreso “Japón y el individuo”.

Koshikawa tiene unos modales exquisitos y una presencia magnífica. Su expresión cortés no se ve alterada a pesar de los largos minutos que dura su presentación, del calor que imperaba en la sala o de la repetición de la larga lista de agradecimientos que se deben dar en actos como este. Cada vez que se le agradece su presencia o su participación, él responde con una reverencia amable y vuelve a su pose original. Parece haber nacido para ser diplomático, y su currículum lo corrobora. 

Cuando, al fin, le llega su turno de palabra, agradece la invitación de la organización del congreso y recuerda sus años de juventud en España como estudiante. Sus palabras connotan cierta nostalgia, pero la expresión de este sentimiento no entra ni en sus labores como embajador ni en los límites de su estricta educación.

“Nuestras relaciones se están ampliando”, anuncia. La visita del príncipe heredero y la intención de Felipe VI de viajar a Japón son, desde su punto de vista, acontecimientos significativos que mejoran las relaciones bilaterales entre los dos países. Pero lo sustancial para el embajador se encuentra en los puntos comunes y en las diferencias entre España y Japón. Los primeros unen a ambas naciones, mientras que las segundas hacen interesantes los intercambios culturales. Un equilibrio que favorece a ambos.
Y es en este momento, a mitad de su intervención, cuando empieza a hablar de los temas comprometidos, de los temas interesantes de verdad. Comienza por el debate “que será clave durante este año: Japón y los setenta años de la posguerra”.

Aula Magna de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Zaragoza
Fuente: derecho.unizar.es
Para Koshikawa, el pueblo japonés mostró su profundo arrepentimiento tras la Segunda Guerra Mundial y ha trabajado duro durante siete décadas para construir un nuevo país sobre la base del pacifismo. Pero esta tarea no se limita a su territorio. Japón ha contribuido con ayudas al desarrollo y con cooperación técnica a países en vías de desarrollo de todo el mundo, especialmente a los del sudeste asiático. Su presencia en el G7 y en el consejo de seguridad de la ONU como miembro no permanente le ha permitido trabajar en cuestiones como la lucha contra la pobreza, el terrorismo y la protección medioambiental. “Todo esto es un orgullo para el pueblo japonés”, aseguró.

Pero que Japón sea pacifista no implica que los países de su entorno sigan ese camino. El embajador alertó sobre “el crecimiento de la tensión en el mar de China”, citando casos concretos como el choque de barcos chinos y vietnamitas, la disputa entre Filipinas y el gigante asiático por el atolón de Scarborough o la intromisión de barcos chinos en aguas japonesas.

La situación de Japón en esta encrucijada queda perfectamente resumida en palabras del propio embajador: “Frente al armamento que posee China —armas nucleares, portaaviones, misiles balísticos…—, Japón […] sólo puede poseer armas defensivas por su constitución”.

¿Se debe mantener la ideología pacifista a veinte minutos de China en un Shengyang J-31? Parece un riesgo difícil de asumir. Pero, recuerden, el pacifismo no es sólo una ideología para Japón. El pacifismo es la base de su estado, de todo su sistema. ¿Qué riesgos conllevaría abandonar esta doctrina? Koshikawa busca una solución en la cooperación internacional. “La declaración conjunta de Japón y España menciona el compromiso de cooperar en el mantenimiento del orden en el mar”, recuerda.

“Confío en que en este encuentro académico se interesen aún más en Japón”, dice hacia el final de su intervención. La política se hace a un lado y deja paso al conocimiento. Los asistentes aplauden, Koshikawa hace una reverencia y, mientras, los tambores siguen sonando y los J-31, volando.

Alejandro Santos Benedí